lunes, 10 de octubre de 2011

Diamantes, rubíes y zafiros

¡Buiiiinas! Cuánto tiempo ¿verdad?
Aunque se que no es así, fingiré que me habéis echado mucho de menos y que os moríais por leer mi próxima reseña. Esta pequeña mentira piadosa me ayuda a seguir fiel a mi propósito de mantener el blog más o menos activo, cosa poco importante en el orden universal de las cosas pero que, para mí, resulta ser bastante más relevante de lo que pueda parecer a simple vista. Escribir es escribir, después de todo, aunque no sea algo destinado a la publicación editorial este blog me permite jugar con las palabras.
La reseña de hoy será sobre la triología de "Elenium" ( El trono de diamante; El caballero del Rubí; La rosa de zafiro), un pequeño descubrimiento que me hizo sentir bastante estúpida al terminar con el último libro. Mea culpa, eso sí. Resultó que el motivo por el que ciertos detalles y patrones además de gustarme me resultaban familiares era que el autor era el mismo que el de las imprescindibles Crónicas de Belgarath y Crónicas de Mayorea ( sagas que me he leído tres veces, nada menos). Para matarme no haber caído en la cuenta antes, vamos.
David Eddings se me reveló como un autor con un gran potencial: fluido, divertido e interesante y, además, con un traductor lo suficientemente bueno como para crear construcciones bastante hermosas en nuestro idioma. De la mano de nuestro héroe, el caballero Falquián, se nos presenta un mundo de corte medieval con ciertos detalles que en mucho recuerdan al nuestro. Por un lado, los elenios, veneradores del dios único, con un sistema feudal que incluye monarquía e Iglesia en práctica igualdad de condiciones, una orden de caballería al servicio de esta última y las intrigas políticas de rigor en semejante ambiente. Por otra parte, los estirios, veneradores de deidades de la naturaleza, almas sencillas con una jerarquía en apariencia inexistente y capaces de prodigios mágicos que asombran y aterran por igual a los elenios.
Como nexo de unión entre estas dos culturas tan opuestas está el consabido enemigo común: los zemoquianos. Adoradores de un dios tan depravado y cruel que fue rechazado por sus iguales y relegado a una condición miserable encerrado en una estatua de barro, estos individuos tienen como único objetivo en la vida el cumplimiento del deseo de su amo de conquistar la totalidad del continente en la búsqueda del único objeto que puede dar la libertar a su dios: el Bhelliom.
Pero me adelanto a los acontecimientos...
Tras un largo exilio por motivos políticos, el caballero Falquián, paladín de la reina Ellana por derecho de nacimiento, puede retornar a su país de origen y a su puesto al lado de la jovencísima mujer que acaba de subir al trono. Desgraciadamente, a su llegada a su ciudad natal descubre que su reina se encuentra encerrada en una estructura diamantina que preserva su cuerpo temporalmente de los efectos de la terrible enfermedad que acabó con su padre. Tras las consultas de rigor, el caballero parte en busca de un remedio acompañado por una brillante selección de personajes cuya disparidad hará las delicias del lector más exigente.
Para amenizar el viaje, los villanos mediocres de turno harán acto de presencia para tratar de impedir su avance, pero es justo destacar al villano principal, que en este caso no es el dios zemoquiano sino el ex-compañero de armas del protagonista, que en un tiempo fuera mejor amigo de Falquián y ahora busca su muerte. Martel, renegado de la orden de caballeros pandion, ofrece una gama infinita de sensaciones durante la historia. En determinados momentos es imposible no sentir odio acérrimo por este hombre, pero puedes encontrarte al instante siguiente con que sientes auténtica empatía y cariño hacia él. Deseas de corazón que pueda enmendar su error y el autor untiliza muy bien este juego emocional durante todo el relato.
A medida que avanza la historia, la acción se convierte en una carrera desesperada entre tres frentes tratando de ser los primeros en hacerse con el codiciado Bhelliom, cuyo poder es superior al de los propios dioses. El final, como casi todos los finales que además de buenos son realistas, deja un sabor agridulce en los labios, pero de algún modo parece el único final correcto.

Me encantó la triología, lo digo con total sinceridad. Puede que no sea de los libros que te cambian radicalmente la vida, pero sin duda está en su poder influir positivamente en ella. Una obra notable y muy muy cómoda de leer, aunque no llegue al listón tan alto que establecen las Crónicas de Belgarath o las de Mayorea. Vamos, que lo recomiendo bastante encarecidamente.
¡Besos mil! No olviéis hacer vuestras observaciones, preguntas o peticiones, así mejorará la calidad del blog :p